La prosopopeya, un arte irónico e incomprendido, se ha convertido en el rasgo esencial que define a los gobernantes sin sustancia. Se trata de un vicio antiguo, pero obstinado y persistente. Moliére, el inventor de la comedia-ballet, concebida para contar las peripecias de sus contemporáneos, retrata a la perfección este vicio humano en el personaje de Monsieur Jourdain, protagonista de El burgués gentilhombre, un aspirante a aristócrata que sueña con con codearse con la crema y nata de su tiempo. En el acto II de la obra, Jourdain pide ayuda a un filósofo para escribir una carta de amor galante. El pensador le pregunta si desea que componga la epístola en verso. Jourdain se niega. “¿En prosa entonces?”, vuelve a preguntar el escritor. “No quiero ni prosa ni verso”, responde Jourdain. El filósofo replica: “Ha de ser una de las dos cosas: para expresarse no existen más que la prosa y el verso. Todo lo que no es prosa es verso, y todo lo que no es verso es prosa”. Jourdain entonces se regocija: “¡A fe mía! Más de cuarenta años hace que me expreso en prosa sin saberlo”. Con idéntica pompa y semejante gravedad el consejero de Presidencia, Sanz, el hombre que recibe llamadas, ha presentado esta semana el proyecto BOJA 3.0, validado esta mañana por el consejo de gobierno del Gran Laurel.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.