Entre las múltiples familias del PSOE, esa constelación de estirpes de naturaleza belicosa que, cíclicamente, libran sus guerras indígenas, los socialistas meridionales se asemejan mucho a los primitivos clanes judíos. Todos son hebreos, pero no lo son de idéntica forma. Por un lado están los centroeuropeos que hablan yiddish, conocidos por el nombre de asquenazíes; por otro, los insignes sefardíes, procedentes de la España del siglo XV, que todavía se expresan en el ilustre ladino. Y los judíos mizrajíes, que utilizan como lenguas distintos dialectos árabes
Nihil novum sub sole. En todas las religiones, especialmente dentro de las monoteístas, que exigen a su grey disciplina, como el ejército hace con los soldados, existen ramas, escuelas, distinciones. Los musulmanes se dividen entre suníes, chiíes e ibadíes. Los cristianos pueden ser católicos, protestantes, ortodoxos y coptos. No existe iglesia sin herejes ni creyentes que no mantengan disputas. En los partidos políticos –sobre todo si no ocupan el poder– ocurre exactamente lo mismo, como ya advirtiera (en frase célebre) Sir Winston Churchill. Los socialistas llevan ya seis años adorando a una deidad única.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.