El español, que es una lengua deslumbrante, capaz de decir una cosa con un sinfín de matices, todos diferentes, ha reunido a lo largo de su historia un caudal de expresiones prodigiosas para advertir del peligro que tienen los cráneos privilegiados que dicen, sin inmutarse, algo absurdo –o imposible– como si fuera inteligente –y factible–. Una de dos: o quieren engañar a sus semejantes o presumen de la sabiduría que no poseen. Lo segundo mueve a lástima; lo primero merecería la prohibición de salir de casa nunca más (con la cabeza alta). En el movimiento (de patas cortas) que hace unos días perpetraron los socialistas indígenas para “combatir” que el Reverendísimo pueda patrimonializar a su favor, si supiera cómo, la defensa de la Santa Autonomía, amenazada por el proceso desconstituyente al que se han lanzado el PSOE y Sor Yolanda del Ferrol para comprar los votos del Napoleoncito de Waterloo, vemos a ambas especies. Gente que no razona bien y que, al no hacerlo, piensa que el resto del orbe tampoco tiene costumbre. La plana mayor de San Vicente, presidida por Chiqui I de la Marisma, el Quietista Espadas y, en un quicio lateral, la otrora Su Peronísima (reducta) se fotografiaron juntos, felices y en comandita para lanzar el mensaje de que ellos hicieron la Santa Autonomía, aunque la perdieran después de 38 años de clientelismo. Todos sonreían en la instantánea: los genios de la interparlamentaria se sienten políticos libres y con criterio, incapaces de incurrir en actitudes genuflexas. Que el Altísimo les conserve la autoestima.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.