Hace falta una indudable habilidad para fabricar un best-seller. Esta evidencia, que todavía es puesta en cuestión por una parte del reseñismo editorial, tan aficionado a fusilar las notas de prensa, añadiendo además sin apuro la firma del transcriptor indiscreto, no significa que los libros concebidos para vender sean necesariamente buenos, pero tampoco desmiente su opuesto: su eficacia contrastada para lograr lo que se proponen, que es llegar al máximo número de lectores posibles, en especial aquellos que no son propiamente lectores, sino diletantes de la lectura. Por supuesto, siempre habrá quienes equiparen de forma mecánica la cantidad con ese concepto tan subjetivo que es la calidad literaria –especialmente en la cúpula de ciertas editoriales–, pero sería una gigantesca impostura negar, como suele hacerse en determinados ámbitos culturales, que un escritor –si de verdad lo es– no sueñe con llegar a todos los públicos. Del underground, como de las drogas, también se sale.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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