Los socialistas intentan mantener el equilibrio en el ojo de un huracán que, igual que los puede mantener en la Moncloa, podría arrojarlos a una esquina de la política española. Sánchez I, que indudablemente es un tipo afortunado, cuenta con suficiente baraka –aquella expresión que popularizó Felipe González– como para resurgir de las cenizas y aprovechar a su favor los interludios que ofrece el ballet del poder. De la misma forma, no parece tener excesivos escrúpulos: cambia de opinión sin despeinarse, por ejemplo en relación al desafío constitucional de los soberanistas en Cataluña, para los que desde hace meses tiene un indulto preparado en caso de que los acusados del prusés no queden contentos con su sentencia.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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