Ha sido un duelo tan imprevisto como agrio, lleno de medias verdades que, como sabemos desde la antigüedad, son las peores de las mentiras. La investidura fragmentaria de Pedro Sánchez como presidente de Gobierno, consumada gracias a un Rajoy que se resistía a irse, como si no estuviera escrito en el cielo que sería reprobado por el arco parlamentario tras no querer asumir la verdad sucia de los papeles de Bárcenas –“Luis, sé fuerte”–, no solventa ninguno de los grandes problemas a los que se enfrenta la política española. Aún así, hay quien habla de un nuevo tiempo, aunque ciertos indicios señalan que estamos básicamente ante un simple cambio de rostros que, en el fondo, deja casi todo igual, empezando por los presupuestos. Para algunos el triunfo de la moción de censura supone el sueño de ver caer al abúlico líder de la derecha de casino, como si en el modelo de la Restauracióndecimonónica que es la Santa Transición no estuviera ya previsto de antemano la alternancia en favor del correspondiente partido gemelo.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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