“El hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es historia”. Ortega y Gasset, que escribió esta frase para expresar la inevitable filiación con quienes nos precedieron, ya sea biológica o intelectual, enuncia a través de ella un mentís contra el mito de la voluntad, tan característico del irracionalismo filosófico, que predicaba la posibilidad (a todas luces remota) de cambiar nuestro propio destino. Más que un argumento en favor del determinismo, la idea que plantea tiene la máscara de una paradoja. ¿Acaso nuestra historia, la existencia misma, la tradición cultural que nos identifica, no es consecuencia del carácter? Los genes se heredan, igual que muchas ideas y sensaciones universales, aunque no siempre de forma armónica y coherente.Con frecuencia ocurre lo contrario: somos la antítesis de aquellos de los que procedemos. Un vínculo más estrecho, si cabe, que la emulación. El espíritu que nos atormenta no es por completo nuestro. Es una extraña destilación asimétrica de otros, aunque la aleación que nos define sea tan irrepetible como inconclusa.
Las Disidencias en Letra Global.
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