En la vida, igual que en el arte de la música, hay que tener oído para la melodía y, al mismo tiempo, ser capaces de distinguirla del contrapunto. Si España fuera una sinfonía diríamos que mientras suena el motivo principal de la pieza, el entramado de fondo, lo que vendría a ser una subtrama o un argumento secundario, discurre en sentido catastróficamente opuesto. El resultado es una falta de armonía general que se traduce en un malestar social creciente y problemas económicos que, antes o después, tendrán consecuencias políticas serias para la coalición que nos gobierna. Tras el episodio de los indultos, que sólo eran una prioridad para los independentistas y la Moncloa –el resto del universo tiene otras preocupaciones más urgentes, entre ellas sobrevivir– el sainete catalán ha vuelto a programar sus momentos estelares: el aval (con dinero público) que Jaume Giró, Il figlio diseredato, ha diseñado para que con el patrimonio de todos se cuide el de los condenados o la reunión –las crónicas dicen que fría– entre Sor Junqueras y Puigdemont, el Napoleocito (sin imperio) en Waterloo. Por supuesto, ambos víctimas.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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