La bobería solemne con la que las izquierdas indígenas celebran, en estos días de mediados de junio, la pax armada de ese experimento llamado Sumar, el club de autoayuda que lidera Sor Yolanda del Ferrol y agrupa, según la versión oficial, a más de una decena de organizaciones políticas cuyo censo de militantes debe ser un poema, es directamente proporcional a su demostrada incapacidad para seducir a alguien, a excepción de despistados, fanáticos e ingenuos. Descifrar el sudoku de colores que son las listas de las siniestras es como resolver un teorema de física cuántica. Muchos son los llamados a tan altísima misión pero pocos, cada vez más escasos e inciertos, los puestos de salida, curioso concepto basado en un oxímoron: los que están dentro de la zona de confort (parlamentario) no quieren salir de ella ni a tiros. Nos referimos, claro es, a todos los puestos (pensionados) que ambicionan los revolucionarios de salón, cuyos votos no son suyos porque históricamente los ha utilizado (a su favor) el PSOE.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.