El delirio independentista, que primero se manifiesta en su formulación soft –el nacionalismo– y más tarde en su variante hard –soberanista– condiciona la política española desde hace algo más de un siglo y medio. Mucho tiempo, sin duda, pero sus raíces remiten a vínculos más antiguos que lo equiparan a un fenómeno evangélico: se trata de una fe sentimental y, por tanto irracional; dirigida por unas élites iluminadas que guían a un rebaño ciego; un movimiento que exalta la desigualdad y crea la discordia entre la sociedad. Como se trata de un problema secular, no es de extrañar que la diatriba por la decisión de la Moncloa de cambiar el Código Penal para satisfacer a los independentistas que se saltaron la Constitución y que aguantan a Sánchez en la Moncloa por el procedimiento fenicio, se entienda mucho mejor leyendo las Escrituras y a los teólogos de la Antigüedad que a los politólogos actuales, esos grandes delimitadores de obviedades. Nada es más útil para este fin que construir una trama histórica para entender el presente, a pesar de que los adanistas y las mentalidades adolescentes –de cualquier edad– crean que el mundo comenzó con ellos.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
Deja una respuesta