El universo es fragmentario y, sin embargo, lo intuimos como una sola pieza. Inmensa, desconocida, maravillosa y oscura. Algo semejante a la conquista del espacio, que más que una expedición finalista fue un viaje de retorno incierto, debió ser para el hombre moderno el descubrimiento de su obra de arte más involuntaria: la ciudad contemporánea. Paul Valéry escribió que el habitante de estos grandes núcleos urbanos habita en un estado de salvajismo que no es sino uno de los rostros del aislamiento. El otro es la educación, esa muleta que nos ayuda a fingir concordia donde aparece el espanto. La literatura urbana abarca siglos dispares, géneros distintos y autores varios. Pero podría trazarse sin esfuerzo una equivalencia entre la ciudad moderna y la novela: en ambas convergen el fluir social y el individual, vinculados por una inmensa red de tensiones. Muñoz Molinaha escrito su último libro sobre este ecosistema caótico que, con distintos nombres, todos consideramos una extraña forma de hogar.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
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