La cultura (política) de los clásicos, excelentes conocedores de las debilidades humanas, adquiere un sentido nuevo en un asunto tan prosaico, pero al mismo tiempo tan capital, como la elaboración de unos presupuestos públicos. Solón de Atenas, uno de los siete sabios de la Antigüedad, describía la austeridad como una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente. La idea, sin duda, sería considerada anatema por una parte del Gobierno PSOE-Sumar (sin Podemos), pero este juicio entra en el terreno de lo absurdo si tenemos en cuenta que al estadista griego, que aconsejaba no decir a los ciudadanos mentiras agradables, sino la verdad amarga de las cosas, le tocó gobernar una sociedad polarizada y desigual donde casi toda la riqueza estaba concentrada en manos de los eupátridas, los terratenientes de la Ática. Solón fue un reformista que benefició a los campesinos y se opuso a la injusta dictadura de los linajes familiares. Y lo hizo estimulando el comercio y evitando caer en gastos improductivos.
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