Andrés Trapiello es, sin duda, el más clásico de los escritores hispánicos. Entiéndase bien: tal categoría no nombra tanto a su condición de escritor excepcional –una gracia que cielo ha negado a otros muchos de sus contemporáneos–, sino a su adscripción (voluntaria) a una noble estirpe que arranca con Cervantes y se extiende, al menos, hasta los años ochenta, cuando el ejercicio de las letras todavía no se entendía necesariamente como una ruptura gratuita con la tradición, sino como una reforma o, mejor dicho, una inteligente reinvención. Tras décadas de trabajar a contracorriente, generalmente en soledad, midiendo cada paso y con una constancia casi categórica, el escritor leonés (que es extremeño de devoción y madrileño por elección) ha logrado situarse en el punto exacto donde habitan los grandes.
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