Los bancos de la oposición están llenos de políticos que creyeron, acaso por un instante, sumidos en esa enorme ola de sensiblería y mentiras que caracteriza a todas las convocatorias electorales, en la posibilidad de una remontada en el último minuto. Son los devotos de la vieja utopía que –antes– solía formularse así: “Démosle la vuelta a las encuestas”. André Maurois, un ensayista francés, escribió que el arte de envejecer consiste en conservar a lo largo del tiempo alguna clase de esperanza. “Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella”. Inmersos en semejante ensoñación (imaginaria) viven los socialistas, que agitan –vía CIS, Zapatero y los usuales coolturetas de salón– la creencia de que la Moncloa no está perdida por completo y que todavía hay partido. Es cierto que la calamidad presentida anticipa la cierta y que nada, ni siquiera la muerte (política), llega hasta que llega, pero también lo es el aserto de Benjamin Franklin: “Quien vive de esperanzas corre el riesgo de morirse de hambre”.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.