En uno de sus mejores artículos –‘El voto y la cámara de los comunes’, incluido en All Things Considered, 1908–, el grandísimo G.K. Chesterton se preguntaba si existe alguna ley que prohíba a los electores –todos nosotros, en potencia– sobornar a un candidato electoral. Que sepamos, en la Marisma no tenemos (todavía) semejante pragmática, lo cual, por supuesto, no impide en absoluto la práctica de las coimas, como evidencia el infalible principio de realidad. Debería, en todo caso, ser promulgada de inmediato, sin mayor demora ni más dilación. Nuestros legisladores, a los que les pagamos mucho más de lo que merecen, están obligados a atender esta demanda, que planteamos desde aquí, nuestro falansterio, ínsula de la libertad de pensamiento, con la constructiva voluntad de mejorar la salud de nuestra vida pública. Sépanlo ya, queridos indígenas: el soborno mejora la democracia.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.