[Exégesis burlesca]
Nicanor Parra, el poeta chileno, transformó su falso epitafio en poema mediante un juego impertinente: convirtiéndolo en una imagen surrealista. Dibujó una cruz sin el Cristo y en lugar del título del rey de los judíos el emblema superior del madero lo sustituyó por un cartel hecho a mano que proclamaba: Voy&Vuelvo. No aspiraba a provocar un sacrilegio. Se conformaba con crear un artefacto poético: la poesía posmoderna se construye con objetos que cuestionan el lugar común. Me he estado acordando de esta broma irónica de Parra, el padre de la antipoesía, físico lírico, autor de los poemas más inteligentes que he leído en bastante tiempo, ahora que nuestro alcalde Zoido (Juan Ignacio) está por fin de regreso de donde –según su versión– jamás se fue. Tengan ustedes en cuenta que esto que digo no es una paradoja: es su versión de los hechos.
Tras dejar la presidencia del PP andaluz –por voluntad superior más que por deseo propio–, el alcalde ha querido esta semana simbolizar su tránsito de atrio con un discurso concebido para reivindicar su apuesta por la Alcaldía y, a la manera de los frailes místicos, mostrar su alto sentido de la renuncia. Dios se lo pague con la merecida tranquilidad de espíritu, que falta le hace. La puesta en escena concebida para la ocasión, que consistía en un desayuno protocolario, lejos de salir como habían planificado los monaguillos de la corte, con un Zoido reforzado y más comprometido que nunca con la ciudad, se ha entendido justo al revés.
Lo que debía ser interpretado como un nuevo comienzo ha sido visto, salvo por los ciegos, que también los hay, como una suerte de despedida prematura, porque al político que rige los destinos del Ayuntamiento –la ciudad es otra cosa– le queda un año y tres meses en el cargo. Acaso porque el tiempo no tiene caridad y jamás se detiene, Zoido casi se puso a llorar cuando declaró, solemne, que no sabría si sería capaz de devolverle a Sevilla todo lo que la ciudad le había dado durante este tiempo. Como frase, transmite ternura. Algo respetable, por supuesto. El único problema es que Zoido, además, también confesó otra cosa inaudita:
“¿Qué es Sevilla? Yo admito que no sé si he sido capaz de responder a una pregunta tan grande”.
De esta declaración sólo puede deducirse una cosa: el alcalde lleva tres años dirigiendo una ciudad que desconoce. Vayan tomando asiento, que la función va a comenzar. Subimos el telón de la exégesis burlesca no por maldad, líbrenos el Señor, sino por obligación: contar lo que vemos. Después de tan sorprendente acto de sinceridad, Zoido, que no pasa por uno de sus mejores momentos políticos, realizó una extensa reflexión lírica –íntima, dijo él– en la que citó a Luis Cernuda, Manuel Mantero y Joaquín Romero Murube, todos ellos poetas sevillanos. Unos mejores que otros. El escriba que le redacta los discursos ha hecho un buen trabajo de compilación consultando la wikipedia, a falta de haberse apoyado en el soberbio manual de Lausberg sobre retórica. Probablemente no debe saber ni cuál es. Desde aquí le aconsejamos al punto que no lo busque, como hace con otros libros: la edición está agotada.
De todas formas, no iba a entenderlo. La prueba es el propio discurso, que no resultó tan acertado en lo que se refiere a su argumentación. Citas aparte, es algo desconcertante oír a un político afirmar que no sabe bien qué es aquello que tiene entre manos. Más o menos es como si un piloto de avión dice que te va a llevar al otro lado del océano dejándose la piel en el intento pero sin demasiada pericia en materia de navegación aérea. La cosa produce una lógica inquietud, aunque no sorpresa. La situación no nos coge de improviso. Zoido ya dijo hace unos meses, en un acto del PP, que lo que él quería es ser alcalde de Sevilla, cosa que justamente ya es desde hace tiempo. Se colige de ambos episodios que nuestro prócer está agotado: ni sabe dónde está en cada momento –si en la Plaza Nueva o en las Cinco Llagas–, ni tampoco qué es lo que dirige –si la ciudad o el partido– ni en absoluto tiene una idea exacta de lo que quiere ser de mayor, siendo ya un hombre cuajado.
La cita cernudiana nos da una posible clave de lo que pretendía decir, sin lograrlo: “Los sueños que la vida aún no corrompe, el futuro que espera como página blanca”. Zoido, fracasada su experiencia como líder andaluz del PP, cree que está ante un nuevo comienzo. El calendario lo desmiente, pero le da lo mismo: piensa que los electores van a evaluarle a partir de ahora como si el tiempo transcurrido no contase. Si este discurso es un preludio de lo que nos espera todo indica que el alcalde nos va a dar la chapa los próximos quince meses que restan hasta que podamos votar pregonando su inmenso amor por la ciudad. Su razón de amor, que diría a Pedro Salinas. Emulando a Romero Murube, el alcalde se preguntaba: “¿Por qué vendría yo a esta tierra, por qué vendría yo a Sevilla?”. Es una excelente pregunta. Nosotros, analizando sus obras políticas, también nos la hacemos. Y no encontramos respuesta.
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