“Já me utilizei de toda a escala/e no final nau sobrou nada”.
Antonio Carlos Jobim. Samba de uma nota só.
La batalla por la Alcaldía de Sevilla ha entrado, a un año largo de las elecciones, en su fase decisiva. La guerra será completa. Zoido (Juan Ignacio) ha dejado al PP andaluz definitivamente sin timón. Ha decidido comenzar la campaña electoral de las municipales sin esperar más a que Rajoy dé luz verde a su sucesor regional. No puede permitirse el lujo de esperar al dubitativo presidente del Gobierno, que todavía no ha movido ficha en Andalucía ni parece querer hacerlo a corto plazo. Su poder institucional está en riesgo. Ya no se trata de una suposición, sino de un hecho: los sondeos lo sitúan ahora mismo con una mayoría frágil de apenas un concejal de diferencia en relación a PSOE e IU, que sin haber hecho durante este tiempo una oposición rotunda a apenas un año vista de los comicios cuentan con datos demoscópicos que les ayudan a soñar con la posibilidad de disputar el poder local al PP.
Habrá partido. Algo impensable hace dos años, cuando Zoido sacó sus 20 ediles. De aquella rotunda mayoría ya no queda nada. Ni siquiera el recuerdo. Un mérito, indudable, del alcalde, que ha ocupado su tiempo en conspiraciones regionales y en la insustancialidad más absoluta, sin sacar adelante ni uno de los grandes proyectos de la ciudad ni cumplir un buen número de las promesas. Zoido ha agotado casi toda su escala musical. Lo confió todo a la propaganda: los medios se la compraron –a cambio de dinero– pero, aún así, su imagen política parece no haber resistido el escrutinio de los ciudadanos, que si hace dos años decían claramente que iban a votarlo –para sacar al Monteseirín de la Alcaldía– ahora se lo piensan dos veces o guardan un elocuente silencio.
A Zoido sólo le quedan los exégetas a sueldo y la parte del electorado popular que pone su ideología por delante de la evaluación de sus representantes. ¿Insuficiente para ganar? Todavía es pronto para saberlo. El viento sopla en esta dirección y la maquinaria de los dos grandes partidos comienza a ponerse en marcha. Los populares insisten en que han bajado de impuestos –una media verdad– y venden iniciativas vaporosas, como la transparencia. Puro humo. Véase como muestra la página web presentada esta semana, que simplemente agrupa enlaces que ya existían en la web municipal. Zoido cruza los dedos para que la derivación del caso Fitonovo y el affaire del Ayuntamiento de Tomares no termine haciendo volar por los aires su tesis de partida, que se resume así: “Es cierto, no hemos hecho mucho, pero al menos no hemos robado nada del Ayuntamiento”. Hace un año parecía verdad. Ahora resulta bastante discutible.
El PP se aproxima a la cita con las urnas sin contar con un mínimo balance de gestión y sin otra opción que volver a prometer lo que no ha cumplido. Algo difícil de aceptar por parte de un electorado hastiado de la clase política. Los socialistas, cuya oposición ha sido bastante discreta debido a las constantes preocupaciones internas y a la ausencia de un grupo cohesionado, han decidido apretar el acelerador. Tienen el mismo problema que Zoido: poco tiempo útil para pasar de la crítica al PP a la reivindicación de un proyecto propio que, más que ilusionar, al menos convenza a los electores de que merece la pena ir a votar. Espadas, el candidato tácito del PSOE, se la juega en el año largo que queda para las elecciones: debe construir un programa sólido –algo que no fue capaz de hacer en los comicios anteriores– y aparecer ante los ciudadanos como una alternativa a la actual mayoría popular, que está en riesgo por los deméritos de Zoido más que por los aciertos del PSOE.
IU también está embarcada en su transición para las municipales: la salida de Torrijos le permitirá suavizar su perfil y marcar distancias con su etapa en el gobierno local, aunque no del todo. José Manuel García, el nuevo portavoz, formó parte del equipo de Monteseirín y parece inevitable que el comando de guerra sucia del PP –formado por dogmáticos– esté buscando ya en sus antecedentes algún elemento que les permita acometer una operación de desprestigio similar a la sufrió Torrijos. No es fácil: García tiene un perfil distinto. No es tan conocido como el ex sindicalista y, que se sepa, no tiene foto de marisco de la que renegar.
Los sondeos pronostican para la coalición de izquierdas un incremento del respaldo electoral ante el hastío bipartidista, lo que obliga a los socialistas a recuperar electores de las capas medias del espectro político local, sociológicamente más centradas. Espadas tiene que conservar los votos de sus bases y penetrar en ámbitos de la ciudad de perfil liberal. La guerra electoral estará muy pegada al terreno: la Alcaldía, al menos a un año vista de las elecciones, dependerá probablemente de único un concejal: el 17. Es como la famosa samba de una sola nota escrita por Jobim, donde el baile inevitablemente termina con alguien que se queda de pie. Sin la ansiada silla.
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