La leyenda dice que La Habana es una ciudad de piratas, mulatas y son. La obra maestra de una España de ultramar que seguimos evocando desde 1898. Un pretérito hermoso y sublime. De La Habana se dicen demasiadas cosas. Ocurre con otras muchas ciudades: Roma, París, Berlín, Buenos Aires o Praga. Son sitios reales, pero también –sobre todo– forman parte del territorio ideal de la literatura. Espacios librescos, espirituales y carnales. Todoal mismo tiempo. La preeminencia de una cosa u otra dependerá de los gustos del viajero. Casi todas estas ciudades han superado la trascendencia de lo aparente para convertirse en mitos gracias a los libros, preferentemente aquellos que pertenecen al género evocativo. Por eso cuando uno se enfrenta a ellas siempre corre el riesgo de sentir una decepción.
Archivo de mayo 2016
La Sevilla del ‘yo-yo’
Nuestros queridísimos costumbristas, a los que vamos a echar de menos cuando el tiempo nos alcance, llevan varios días -con sus noches- entonando (con marchas de cornetas y tambores) elegías y lacrimosas por el cierre del despacho de churros del Arco del Postigo, territorio cuya dominación perpetua ambicionan a título de mayorazgo bajo la coartada del recurrente dogma sentimental colectivo. Según ellos, que profesan la férrea voluntad de los académicos y citan al poeta Montesinos como autoridad máxima en la materia, todos nosotros, hijos de la misma collación intramuros, deberíamos decir calentitos. No les daremos el gusto. Más que nada, porque en la Sevilla de nuestro tiempo oímos otros términos para la misma cosa.
La Noria del sábado en El Mundo.
Los autómatas
Los impuestos son igual que una calle llena de coches aparcados: sólo te das cuenta de su dimensión cuando alguien prohíbe aparcar. En este caso, cuando pagas los tributos sabiendo exactamente lo que haces. Conocer es sufrir, lo mismo que escribir sigue siendo llorar, como dejó dicho Larra. Estamos en plena campaña de la renta -el atraco es cotidiano, pero tiene sus momentos estelares- y, en simultáneo, sufrimos con creciente intensidad el maldito déjà vu de la campaña electoral, en la que los mismos prometen lo que saben que no cumplirán y nos venden un pescado que cada día está más podrido. Un mínimo sentido de la piedad, esa virtud tan cristiana, aconsejaría no haber repetido la campaña electoral, ya que ir a una segunda vuelta de las generales se tornó inevitable.
Las Crónicas Indígenas del viernes en El Mundo.
Noveles
Derrocho el tiempo que no ocupo con el periodismo bebiéndome algunos libros de memorias de escritores. Leo, releo y reincido con Umbral y sus ficciones imperfectas sobre el escritor novel. En todos los libros escribe de lo mismo. En la mayoría de ellos de forma distinta, deslumbrante. Las memorias de escritores noveles son un género –o un subgénero– que uno siempre ha devorado con fruición, buscándose a sí mismo, a aquel que soñamos ser un día lejano, en la experiencia de los otros. Umbral, en este sentido, es ejemplar, sobre todo por sus libros más antiguos, que son los que escribió antes de convertirse en el personaje terminal de sus últimos días, cuando casi todo en él era impostura literaria. Mucho antes, comenzó sus particulares memorias de dandy castizo y firmó algunos libros, en su mayoría descatalogados, difíciles de encontrar, por lo general de saldo, en los que todavía recordamos a un escritor gigantesco, quizás más dotado para el estilo que para la literatura.
Señales de vida
En la televisión de El Correo, donde Óscar Gómez interroga a nuestros próceres, Espadas, que anda celebrando con una ronda triunfal por los medios locales su primera anualidad como regidor sin oposición, dijo el otro día que no está dispuesto a que Sevilla deje de ser «una ciudad viva». Lo admitimos: a veces también hemos pensado que Sevilla está muerta y que algunos no se dan cuenta. Salir a la calle todos los días nos saca de nuestro equívoco: no estamos muertos, sino agonizando.
La Noria del sábado en El Mundo.