Nuestro augurio -tenemos como testigo a un auditorio completo- se ha cumplido con la misma exactitud de un reloj suizo, aunque quizás el interesado alumbramiento de la noticia (relativa) pueda dar al traste con la alianza, que vincula a pesebristas, catadores profesionales del bienmesabe y ninfas (mitológicas) cuyo origen no es precisamente la Atenas de Pericles, sino la rupestrísima Vega del Guadalquivir. El exalcalde Monteseirín deseaba tener una calle. Como lo oyen. A la manera absolutista, que es la personalidad que se oculta bajo su sonrisa. Al hombre le hacía ilusión, aunque lo justificaba apelando al amor materno, que es lo que hacen los que quieren disimular su narcisismo personal. Todos tenemos madre y sabemos que ellas son las únicas que dicen la verdad: a nosotros no nos leen; a él no le votaban.
Archivo de marzo 2018
Epístola a Antonio Baños
Ilustre antioligarca:
Le escribimos estas letras, como ya se figurará, a cuenta del suceso que, vamos a suponer que a su pesar, pero en el que indudablemente ha puesto V.M. su más firme voluntad, le ha convertido (en las redes sociales) en motivo de alabanzas e improperios miles por cuestionar, gracias su proverbial sentido de la comedia, la capacidad intelectual de los andaluces –concretamente de los naturales de Sevilla, que en este asunto los matices son cosa importante– para discutir sobre el “embrollo catalán”. Por lo visto, en el Mediodía no deberíamos debatir, aunque sea con la colaboración del abate Juliana, sobre el prusés, que escribimos (libremente) así, en su variante española, no para ofenderle, como ha dicho en algún lance, sino porque el español es nuestra lengua, igual que la catalana debe ser la suya, y porque llamarlo proceso nos remitiría a la fábula de Kafka sobre el absurdo. Probablemente para su extraordinaria sensibilidad (siempre a flor de piel) esto sería una afrenta imperdonable.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
Arturo Barea, la literatura del revés
Barea, de nombre Arturo, dedicó la gran obra de su vida —La forja de un rebelde– a dos mujeres: “La señora Leonor”, su madre, una humilde lavandera; y a Ilsa Kulcsar, la austriaca con la que pasó penurias, se casó de segundas y a la que entregaba, para que los vertiera a su extraño inglés centroeuropeo, cada uno los capítulos de esta novela memorialística donde cuenta su infancia en el Madrid previo a la Guerra Civil, una ciudad estrecha y pavorosa cuyos límites razonables terminaban justo en el pago de Lavapiés, “el fin de Madrid y el fin del mundo, donde empezaba el mundo de las cosas y de los seres absurdos”. Barea se crió en aquel abrevadero a cielo abierto, “el barrio de las injurias”. La España oficial de finales del XIX y principios del XX, con su monarquía decrépita, sus curas perpetuos, sus militares golpistas y sus políticos corruptos, “tiraba sus cenizas y su espuma” por aquel desagüe.
La propaganda violeta
Simone de Beauvoir, que era mujer, escritora y feminista, decía que la igualdad es tanto una forma de vida individual como una lucha colectiva. Ambas cosas deben estar equilibradas. El susanato, cuyo rostro bifronte representa las dos caras del peronismo rociero, una bondadosa y otra siniestra, otorga sin embargo mucha más relevancia a la propaganda interesada que a la política con mayúsculas. La Querida Presidenta ha aprovechado el Día de la Mujer (Mundial) para vendernos una nueva ley de igualdad que no es nueva. Un trampantojo partidario que tiene tanto que ver con el 8M como con las encuestas electorales que la Reina de la Marisma manipula a su favor en estos tiempos calamitosos.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
Remodelar la nada
Los políticos indígenas acostumbran a otorgar una trascendencia ridícula a los cambios internos que acometen dentro de sus equipos de gobierno. Sobre todo cuando se aproxima una fecha electoral. El tono enfático que usan para comunicar(nos) sus movimientos de peones, que describen como si fueran generales antes de librar la batalla de Waterloo, contrasta con el hecho -indiscutible- de que a los ciudadanos las alineaciones de concejales, que no son precisamente planetarias, les importan mayormente una higa. Lo cual es un evidente síntoma de inteligencia colectiva, aunque sea por la vía de la famosa gramática parda: lo que hay que exigirle a un político es que no nos robe (mucho) y que su gestión tenga algunos resultados. Con eso, tan difícil, bastaría. De quienes se acompañe es su problema; no el nuestro.
La Noria del miércoles en elmundo.es