A los periodistas nos han educado (es un decir) con una sentencia mítica cuya autoría se atribuye a Tom Wolfe: «No le digas a tu madre que te dedicas a hacer periódicos. Es mejor que le cuentes que trabajas de pianista en un burdel». La frase resume, de forma irónica, la escasa consideración social que tenía nuestra profesión antes de la revolución digital, que en determinados sitios ha transformado el negocio en un sicariato cuya actividad consiste en la obtención de fondos públicos a cambio de malvender una influencia inexistente. Ya se sabe: no hay nada más romántico que la decadencia de unos héroes que nunca existieron. Por eso diríamos que el proxenetismo, un delito según el Código Penal, es una industria mucho más rentable que el periodismo, aunque en el fondo no se diferencien en demasiadas cosas.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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