Ya tenemos al teatrillo de las Cinco Llagas, esa casa de la patria, dispuesto a salir a las calles igual que La Barraca, la célebre compañía de la Segunda República, pero sin poetas –son incompatibles con el peronismo rociero– y sin vocación pedagógica. Esta función, queridos indígenas, se sustenta ahora en la propaganda y en la mentira, los dos únicos argumentos de una comedia donde los bufones son los heraldos, los hombres de honor son los pesebristas y el circo sólo tiene una estrella: Ella. Su Peronísima había planificado –es de suponer que con su equipo, pero cualquiera sabe– una puesta en escena para el anuncio del adelanto electoral más parecida a la toma de posesión de Putin –ese inequívoco aroma de los zares, con puertas que se abren solas– que a una república popular-igualitaria-feminista. Paseíllo, patio con palmeras y el tono sensiblero –“estoy feliz”– con el que un día sí y el otro también nos deleita.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.