El alcalde de la capital de la República Indígena, el socialista Juan Espadas, nuestro admirado quietista, es un optimista incorregible. Mayestático. Infatigable. Siempre ve la botella medio llena. Incluso cuando está vacía o, simplemente, no hay botella. Su optimismo genético -aunque sería más exacto llamarlo ceguera interesada- es tal que no sólo ve éxitos por doquier, sino que atisba oportunidades hasta debajo de los adoquines. Si se colapsa una buena parte de Sevilla -sucedió sin ir más lejos el pasado fin de semana- por la falta de previsión de su gobierno y la ausencia de suficientes policías locales, nos dice que la ciudad «bulle».
La Noria del miércoles en elmundo.es
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