La realidad imita al arte y, en el caso de Vox, al esperpento. Los ultramontani de la Marisma, como prescribe su manual de agitación y propaganda patriótica, aprovecharon de nuevo el 12 de octubre, día de la Hispanidad (Iberosfera en su ideolecto), para trasladarnos a gritos y bajo el sol del Mediodía que su meta en la próxima legislatura va a ser entrar en el Quirinale «con una escoba para levantar hasta la última alfombra». No es que sea ninguna novedad, pero dado que el pacto del escabeche vive sus horas crepusculares y el matrimonio del plátano -las nupcias presupuestarias del Reverendísimo y el Quietista, con El Insomne como oficiante- no termina de consumarse, la elección del Muelle de la Sal como plataforma de asalto para enardecer a su parroquia de devotos señala que los soldados de Abascal no van a conformarse –si los números les dan– con un apoyo externo. Ambicionan cargos, parte del presupuesto y controlar la estructura institucional de la autonomía. Como los demás políticos. Esto es lo mismo que un independentista llamaría fer pais, con la diferencia de que para Olona, la rider de Vox e hipotética candidata a la Junta, la República Indígena es un parque temático con toros, tricornios, casetas y vírgenes.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
Deja una respuesta