El andalucismo, que desde hace cuarenta años es un credo difuso que practican todos los partidos políticos del Sur, aunque con matices divergentes, es una forma de nacionalismo amable y, salvo en lo folclórico, esa maldición estomagante, escasamente agresivo. Quizás por eso resulta simpático fuera de Andalucía, donde el Sur es contemplado como una sucesión de tópicos que algunos confunden (interesadamente) con una supuesta identidad comunal. Como proyecto político, el experimento ha tenido un éxito relativo: Andalucía, a pesar de haber progresado desde la década ochenta del pasado siglo, sigue sufriendo carencias sociales impensables en otros territorios de España.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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