Todas las generaciones, desde que el mundo es mundo, piensan que su visión del universo es inmutable, eterna y sagrada. Sus propios hijos, antes o después, desmentirán –en todo o en parte– esta creencia vital, contradiciendo así las previsiones paternas e imponiendo su realidad frente al idealismo ajeno. Sucedió en la Transición entre los ganadores de la Guerra Civil y una parte de sus vástagos. Acaso sea también lo que esté ocurriendo en Andalucía a menos de cincuenta días para unas elecciones autonómicas que parecen el preludio de un nuevo ciclo electoral cuyo impacto será nacional y, quizás, también histórico. El Sur, dadas sus características demográficas y sociológicas, ha sido tradicionalmente la probeta de ensayo de las grandes tendencias políticas. Existen excepciones –por ejemplo, el mediocre techo logrado por Podemos en el Sur, que en 2015 fue significativamente inferior al alcanzado por la organización morada en el ámbito estatal–, pero la norma general es que lo pasa en Andalucía en términos de poder acaba condicionando a la España oficial. Sucedió en 2018, cuando Vox entró por vez primera en una cámara legislativa, quebrando así la creencia de que estábamos vacunados ante el retorno de la extrema derecha a las instituciones.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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