Casi todo en relación a la gestión política de la crisis del coronavirus, causante de una tragedia social equivalente a los cuadros de El Bosco y origen de una debacle económica que hará tambalearse el Estado del bienestar, la idea de Europa y la estructura autonómica de España, se basa en la administración interesada de la mentira. Todos los días las instituciones pasan revista a las estadísticas y, en función de las circunstancias, dosifican, camuflan o atenúan la información de los partes de guerra para que parezca que controlan una situación que, incluso en territorios como Andalucía, donde la incidencia de la pandemia es de momento inferior en relación a Catalunya o Madrid, se parece bastante al caos. La verdad, es sabido, es la primera víctima de cualquier batalla. Se trata de una ley exacta, alérgica a las excepciones. El Gobierno no ha sido capaz de actuar a tiempo ni tiene una estrategia definida. Optó por no hacer pruebas diagnósticas –salvo a sus miembros, que no han tenido ningún problema al respecto– y, en consecuencia, trabaja a ciegas, siempre por detrás de los hechos. Mientras más diagnósticos se hagan –han comenzado ahora con médicos y enfermeros– mayor será el índice oficial de contagio. El Sur de España no es una excepción en esta fatídica plaga.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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