La Junta de Andalucía, representación institucional de la gran autonomía del Sur, tiene un problema histórico con la realidad: la presiente, pero nunca termina de asumirla por completo. El resultado de este desajuste óptico es que su sociedad –una cultura cuyo imaginario mental remite a un pretérito universo agrario– padece cada cierto tiempo, y probablemente con más intensidad que otras, un violento choque contra las evidencias. Samuel Johnson, humanista inglés, dejó escrito que el predominio de la fantasía sobre la razón puede considerarse una forma de locura. “Podemos tomarnos el capricho de elegir la fantasía como nuestra aliada” –escribe en su Carta a Boswell (1774)– “pero como guía debemos seguir la razón”. En Andalucía, con frecuencia, se ha hecho lo opuesto: arrinconar la razón en favor de una agradable ensoñación. Ocurrió durante los 36 años de los sucesivos gobiernos socialistas y acontece, de nuevo, con las derechas reunidas, cuyo cambio (sin cambio) se ha convertido en la perpetuación definitiva de vicios políticos previos. El último episodio de esta obstinación ha quedado patente en la reunión de los presidentes autonómicos con el Gobierno central para discutir el reparto de las ayudas europeas ante el impacto del coronavirus.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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