Estamos que nos salimos del mapa. Los datos del paro son un horror -con nombres y apellidos; concretos, constantes, sangrantes- y la sanidad, cuyos usuarios continúan en pie de guerra, no levanta cabeza. En paralelo, los servicios sociales -en especial la Dependencia, ese clavo ardiendo de los ancianos- padecen el efecto combinado de la falta (crónica) de recursos materiales, la avaricia de los conciertos (privados), las perversiones de la burocracia y las mentiras (crueles) del peronismo rociero. Con semejante panorama dan ganas de largarse, pero el Reverendísimo Bonilla, presidente por accidente, dice que ¡tout va bien, bien sûr! No lo parece, desde luego. Y no es porque tengan razón los menguantes fieles de la Iglesia de Su Peronísima (en sus últimos días) que, exactamente igual que el PP en el Congreso, han confiado su suerte (política) a una tremendista campaña de propaganda que afirma que la Marisma «va a peor», obviando que también es responsabilidad suya. Los socialistas -antaño tan patriotas- no han dudado en arriar la bandera blanca y verde (dejándole este espacio a PP y Cs) para seguir en sus tristes magistraturas, aunque sea de forma temporal. Un espejismo coyuntural. Si algo enseña la Historia es que los fatídicos idus terminarán llegando al Senado de Roma antes o después. No lo olviden los afectados: todos los años traen su marzo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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