El gran Roberto Arlt, nuestro maestro en el arte de la columna impertinente, lo llamaría –en su milagroso idioma porteño– tirarse a muerto. Dícese de la actitud del hombre que, en lugar de la pecaminosa holgazanería, practica el arte del dolce far niente, que consiste en ir todos los días a la oficina, o al correspondiente negociado, para fingir ante su jefe que trabaja y, una vez cumplido este objetivo (básicamente presencial), dejar que pasen veloces las horas hasta que el timbre (de salida) suene para poder escapar. Aunque en el caso del bipartito andaluz –que en realidad es un tripartito– más que de horas tendríamos que hablar de meses. El gobierno de las derechas en Andalucía está siendo complejo por las discusiones internas entre PP y Cs. Tanto que en los cuarteles generales de ambas formaciones han decidido que es conveniente adoptar un perfil plano hasta mayo. La decisión, obviamente, tiene que ver con el escenario que se abre con la celebración del inminente carrusel electoral. Pero también está vinculada a la falta de un conocimiento profundo de la Junta, donde los nuevos responsables son de un signo político pero muchos funcionarios y directivos intermedios fueron nombrados por el PSOE. Ambas circunstancias aconsejan no abrir los grandes frentes de esta legislatura desde el principio, sino poco a poco. A medio plazo. Sin asumir excesivos riesgos. El calendario electoral, además, va a provocar que se evidencien las discrepancias entre PP, Cs y Vox, al que los dos primeros han acordado hacer oídos sordos hasta primavera, que es cuando tendrán que conseguir su apoyo para aprobar las cuentas autonómicas.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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