Estas elecciones en Andalucía son una sinécdoque, que es la figura retórica que define una cosa por una sola de sus partes. Se vota la composición del Parlamento, pero estos comicios son también el termómetro político de la España presente. Nada hay más real que unas urnas abiertas y con votos. Los partidos pusieron ayer punto y final en Sevilla –salvo Por Andalucía, que prefirió Málaga– a una campaña electoral extraña y bastante pacífica. Sin guerra sucia. Los debates electorales mostraron a seis aspirantes capaces de discutir sin perder el decoro, toda una anomalía si lo comparamos con la polarizada atmósfera política de Madrid. Los candidatos se concentraron desde el principio en desmentir (o amplificar) los pronósticos de los sondeos, más que dedicarse a evaluar la gestión de la Junta. Moreno Bonilla deseaba una campaña átona, sin sesgo ideológico. Y lo ha conseguido hasta el punto de que uno de los grandes misterios del 19J va a ser saber si sus propias omisiones podrían perjudicarle. El jefe del PP ha marcado distancia con Génova para liberar (teóricamente) a Feijóo del desgaste potencial que supondría un desenlace negativo. Teme mucho más a la playa –la campaña se ha desarrollado bajo una intensísima ola de calor– que a sus adversarios.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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