“Adviertan los que de Dios / juzgan los castigos tarde / que no hay plazo que no llegue / ni deuda que no se pague”. El reloj electoral ha iniciado su cuenta atrás en Andalucía con una exactitud idéntica al augurio –moral– que Tirso de Molina incluye en El Burlador de Sevilla, la comedia en la que el arquetipo del libertino se encarna por vez primera en la persona de un Don Juan que, como cualquier político desde que el mundo es mundo, existe sólo para seducir a los demás, en general con bellas mentiras y obscenas medias verdades. Inspirado en Miguel de Mañara, prócer sevillano del Siglo de Oro, un bala perdida antes de fundar el Hospital para pobres de la Santa Caridad, el mito del gran Narciso meridional inmortaliza a un maestro en el arte de la burla y el engaño. Alguien que dice una cosa y consuma la contraria. O viceversa. Los líderes de los partidos políticos andaluces interpretan este mismo personaje. Todos decían querer evitar un final abrupto de la legislatura, aunque han coincidido en acelerar su término.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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