El tiempo tiene la extraña afición de no detenerse -el comienzo mismo de esta frase acaba de tornarse pasado- pero, obstinados y pertinaces, igual que una mala sequía, los ejes de la política indígena llevan más de cuarenta años girando alrededor del mismo sol (consumido). Así orbitan los planetas (los grandes partidos) y también los satélites (las marcas políticas menores). Se diría que todos habitamos en un déjà vu. En un bucle que enuncia las mismas presuntas soluciones para una Marisma que, a pesar del triunfalismo del Quirinale, sufre cada día más precariedad. Y, como si fuera una maldición genética, deja estancados sus problemas. Los socialistas vivieron -como reyes- durante 36 años del clientelismo y el artificio (inflado) del autogobierno en su variante victimista. La derecha los relevó hace cuatro años exactos con el escabechismo: el famoso cambio (sin cambio) que consiste en rehuir cualquier tentación de reformismo e imitar al PSOE histórico (con lustros de retraso).
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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