LA política indígena, una vez consumada la investidura del abrazo, va camino de convertirse en una réplica (a su escala) del monólogo del replicante de Blade Runner, la película de Ridley Scott: «He visto cosas que no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos estos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia». Ya está pasando: hemos visto las primeras e intensísimas conversiones súbitas a la fe andalucista -esa religión primitiva- en el PP, que nunca vieron muy claras las autonomías (hasta que descubrieron, como con las diputaciones, que eran un chollo); entre Cs, que no se sumó al acuerdo para mejorar la financiación de Andalucía; e incluso en Vox, que aspiraba a eliminarlas. Mientras, los socialistas, dueños pretéritos de la Marisma, se vuelven mudos y miran con cara de degollados la piñata en la que se ha convertido el Estado. Andalucistas todos, sí, por supuesto.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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