Jonathan Swift, escritor satírico, dejó dicho que la politica exige tres cosas: insolencia, dotes para el soborno y capacidad para engañar a tus semejantes. Nuestros próceres cumplen sobradamente esta tríada. Jamás nos dirán una verdad. Todos, sin excepciones, practican la simulación pertinaz. La partitocracia donde medran no es sino una cofradía de mentirosos organizada mediante la hábil gestión de los susurros. Los líderes más dotados se manejan bien en este bosque lleno de silencios. Los mediocres necesitan disimular sus contradicciones con propaganda institucional. Pero incluso así, se les nota todo. Fíjense en la ‘noticia’ sobre el (hipotético) final del impuesto de las herencias, ese atraco del ‘susanato’ a las familias cuyo único sustento argumental era una perversión conceptual: la ‘doble tributación’.
Aprendan a mentir, por favor
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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