Novela negra. Pensamientos negros. Negra conciencia. La literatura que vende, de la que se habla, la que se recuerda y se promociona en eso que se llaman los medios, dicho en genérico, aboga ahora por el enfoque de la novela negra o, cuando menos, por derivaciones del género madre. Perversiones, que diría un purista. ¿La causa? Varias. Quizás una simple moda. O acaso sea el resurgir de una estética más acorde con los tiempos que corren, descastados y poco obsesionados con la supuesta finura de algunos escritores literarios, entendiendo el oxímoron en sentido perverso. Los editores han captado rápidamente el fenómeno y no hacen ascos a los ribetes de negritud que empiezan a proliferar en ciertas novelas recientes.
Don´t look back
El mayor vicio de los sevillanos es la nostalgia, esa costumbre de caminar con la cabeza girada sobre los hombros, mirando hacia atrás.Con la melancolía algunos han hecho literatura –no siempre buena– y otros hondas elegías sobre el tiempo detenido, que es aquel que aspiramos a fijar en un instante.
La Noria del sábado en El Mundo.
Matrimonio sin patrimonio
Enrique Jardiel Poncela, uno de nuestros más consumados escritores del absurdo, hombre de orden que como toda persona razonable estaba contra unos y contra otros, decía que el patrimonio es un conjunto de bienes y el matrimonio un conjunto de males.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
Filosofad, malditos
Savater, el filósofo vasco de la perilla blanquecina, escribano en todas las revistas, todos los periódicos, todas las editoriales, autor de todas las conferencias, rompió hace mucho tiempo, quizás demasiado, la tendencia de recluir a la filosofía, esa madre bonachona que nunca miramos con buenos ojos, en las fortalezas de las cátedras, los departamentos y demás organismos de los que se compone la cosa universitaria; esto es: el trauma de los estudios superiores. Savater sacó la filosofía a la calle o, en su defecto, la devolvió a los periódicos, que no son exactamente lo mismo que la calle, pero sí algo aproximado, emulando así al viejo abuelo Celaya, otro vasco de yunque y dulzura muerta.
‘Fascinating’ Sierra
En Sevilla tenemos un patrimonio secreto que nadie reconoce: nuestros impertinentes. Los costumbristas, obsesionados con el ficticio mundo de los marquesados seculares, los ignoran, cosa que los hace, si cabe, aún más grandes. La Noria del sábado en El Mundo.
