La literatura de la reduplicación consonante y de los nombres con misterio latino. Onetti muerto y Benedetti más vivo que nunca. Sobre todo por dos de sus infinitos libros: el Inventario y los Cuentos Completos que editó Alfaguara. El poeta, que firmaba con un nombre tan candoroso como Mario, encarna a un tipo de escritor que se prodiga poco en estos tiempos por la república de las letras, poblada de autores con un afán de protagonismo superlativo –el ego es necesario, aunque acaso no tanto– que, en las entrevistas firmadas por ellos, ocupan más espacio que sus invitados. A algunos periodistas también les pasa.
El populismo ecuménico
Polibio escribe en su Historia del ascenso de Roma: «La humanidad no posee mejor regla de conducta que el conocimiento del pasado». Todo está inventado hace siglos. El pretérito nos ofrece una imagen inquietante del porvenir pero no resuelve la gran incógnita: ¿será el futuro menos malo que este turbio presente?
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo
Algunos consejos contra el Sistema
Agustín García Calvo escribió un libro, a trozos, en artículos de periódico, sobre la sociedad del bienestar, esa entelequia de fin de siglo que políticos, tecnócratas y adláteres a sueldo se han encargado de publicitar para justificar una política que llaman liberal sin serlo. La temática de este artículo no es, sin embargo, política. Su intención es crítica: pretende describir la forma, el estilo, el alma del libro, casi un opúsculo, del que fuera catedrático de Clásicas en la Hispalense. Uno se quedó sin conocer su magisterio por edad y porque en su etapa académica no existía ya la Facultad de Letras, rebautizada con el nombre de Filología. No importa demasiado: la forma nos conducirá al contenido.
Hijos del paro
La vida es una canción con tres acordes: repetitiva y, al mismo tiempo, con variantes infinitas. No siempre son armónicas. En Sevilla abusamos de los tonos menores: la música se nos deshace entre las manos y el verano no termina nunca.
La Noria sabática en El Mundo.
La vida, esa piedra desgastada
El reúma de Onetti, probablemente mucho más intenso desde aquel día que decidió dar un enorme corte de mangas al mundo y recluirse (ma non troppo) en su cama, al calor de las mantas, terminó siendo una patología fecunda. El escritor uruguayo escribió desde entonces tumbado en un colchón, lento y a mano. Todo lo contrario a determinados escribanos actuales, que trabajan en serie y sólo buscan la plata –vos lo sabés, ché– que dejan las ventas, cada vez más menguantes en estos tiempos inciertos, de sus escritos. Onetti no sabía ni un número de la comercialización de los libros. Eso se lo dejaba a sus agentes y editores. Ambos le engañaban, por supuesto. Onetti sólo pensaba en el tabaco, el whisky y en Santa María, el territorio narrativo que nace en La vida breve e inunda los Cuentos Completos que publicó la Alfaguara de antes de la debacle.
