Cada vez que se oye a un político -da igual el partido- elogiar a los autónomos, esos animales mitológicos, muere un gatito. El gatito, casi siempre, es el propio autónomo. El bipartito del Reverendísimo Bonilla y el Adelantado Marín, esos dos vigías que guían la travesía triunfal de la República Indígena hacia el infinito (y más allá), llevan seis meses diciendo que los trabajadores por cuenta propia son los niños de sus ojos. Tanto cariño, abruma. En las redes han contratado -con nuestro dinero- una campaña para demostrarlo. En ella se compara su trabajo con un videojuego vintage. Al final muere alguien, por supuesto. No son ellos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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