Como suele decirse, si algo es blanco, líquido y se dispensa en botella lo más probable es que sea leche. Por eso –usamos aquí la sintaxis del Reverendísimo Bonilla– nos atrevemos a afirmar, a contracorriente, que el neovictimismo que las derechitas rumberas han decidido explotar a cuenta de la guerra del presupuesto con la Moncloa olía desde el principio, igual que la colina bombardeada con napalm de Apocalypse Now, a campaña de propaganda. Lo confirmamos este jueves, al ver a los diputados de PP y Cs con lazos (solidarios) hechos con la banderita de la Marisma. ¡Qué genialidad, oigan! Llevar la blanca y verde en la solapa es como regresar al viejo casino decimonónico. Un gesto que busca equiparar una causa noble con la defensa del nostro sottaceto. Una pose zarzuelera para camuflar la verdad: llevamos un año de legislatura y el cambio no llega. Las reformas no se han hecho. La inercia se consolida.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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