“Nos dolemos de males que a la naturaleza no le importan”, escribió el poeta inglés William Wordsworth, que, en lugar de escribir guiado por la alta dignidad de lo imaginario y la retórica de lo sublime, prefería la sinceridad del prosaísmo, que consiste en decir la verdad de las cosas. Deberíamos hacerle caso y cambiar el lema oficial de Andalucía, destino seguro por el de Atención, Marisma contaminada. Nos saldría más barato que intentar mentir a un mercado internacional –el turístico– que no perdona las falsedades, más bien las castiga. Si ya era harto difícil simular la ficción imposible de una falsa tranquilidad sanitaria con los rebrotes (crecientes) del coronavirus, provocados por la libre movilidad y la sociabilidad patológica entre indígenas, la epidemia del virus del Nilo, con reminiscencias evangélicas, detectada en Coria y Puebla del Río, que ha infectado a 19 personas, siete de las cuales están en la UCI, arroja el optimismo institucional a un pozo negro y da una nueva vuelta de tuerca al pánico ambiental que comenzó, sin que lo sospecháramos, hace un año con el brote de listeriosis, que envenenó a más de doscientas personas, mató a tres y provocó siete abortos.
Las Crónica Indígenas en El Mundo.
Deja una respuesta