Walter Popp (Nueva York, 1929; Paramus, 2002) fue un artista humilde. Vivía del mercado editorial. Durante décadas se dedicó a dibujar, como ilustrador autónomo, cubiertas de libros, carteles para las galerías de arte y las portadas de las publicaciones conocidas como ‘pulp’. La pasta de papel barato con la que se elaboraba su encuadernación en rústica terminó dándole nombre a su contenido y, en una sinécdoque perfecta, identifica un siglo después un universo artístico fascinante cuya estética, idealizada y al mismo tiempo vulgar, refleja con exactitud los sueños (más tarde tornados pesadillas) de una Norteamérica que pasó de la cima a la ruina.
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