“El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que venga el día grande de Jehová”. Nada hay más eficaz que la retórica de las profecías del Antiguo Testamento –en este caso, el inquietante augurio del Libro de Joel– para sentir cómo la calamidad, esa experiencia ancestral, es también un hecho del presente. Se olvida con frecuencia: todo lo que sucede ahora ya ocurrió antes, con un ropaje distinto, en algún momento previo de la Historia. Basta con saber encontrar el paralelismo adecuado y trazar la correspondiente analogía.El profeta bíblico cuenta en su libro de desgracias la escasez de agua que asoló a la tierra de Judá, invadida por una plaga de langostas. Andalucía, donde el cielo suele ser de un azul excesivo, se ha teñido esta primavera de color sangre –efecto de la tormenta de calima provocada por los vientos del Sáhara– y la sequía se ha instalado cómodamente en la agenda política, tras confirmarse la repercusión económica (negativa) que va a tener sobre el campo.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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