Ahora que es el tiempo dulce de la victoria (sin colina) procede, siguiendo el ejemplo de los clásicos, recordarle al Reverendísimo, hermano mayor de la Santa y Leal Cofradía de la Gran Absolutísima y sus 57 diputados, aquello del memento mori y de la inevitable fugacidad del triunfo. Más que por amargarle la fiesta, porque entre las banderas al viento y las generosas nubes de azúcar que jalonan su triunfo, todavía sin arco propio en Alhaurín, El Grande, donde las Ronettes ya deben estar preparando una petalada a la malagueña (con sus bollos de aceite), habita un misterio, late una incógnita, hay un problema: ¿Qué demonios va a hacer el hombre de moda (autodefinición) con su mayoría rutilante? Como él es un prócer humilde, sosegado, apegado a la verdad de la tierra, un devoto de la horchata, ya ha comentado que, más que la felicitas romana, lo que le embarga es el sentido de tan alta responsabilidad. Es natural: no todos los días se habita en el paraíso.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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