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Letra Global

Latinoamérica y otras (malas) suertes

carlosmarmol · 2 mayo, 2021 · Deja un comentario

La gran diferencia entre el periodismo excelente y el mediocre, casi siempre, es una cuestión de trascendencia. El primero es capaz de relatar los hechos sustanciales de las cosas a partir de sus causas, sus circunstancias y sus consecuencias; el segundo, en cambio, es aquel que tiende  a ponerse estupendo, lanza tesis sin sustento y convierte el acto de ir a un sitio para contarlo en una narración onanista donde quien narra es mucho más importante que lo que se cuenta. Todos los periodistas tenemos ego, pero el oficio nos ha enseñado a disimularlo, al contrario que los poetas, a los que su yo los precede y, en muchos casos, los agota demasiado pronto. En el libro (ejemplar) que el periodista norteamericano Jon Lee Anderson(Long Beach, 1957) ha publicado este año con una selección de sus crónicas sobre América Latina durante la última década –Los años de la espiral (Sexto Piso)– hay piezas maestras del arte del relato de no ficción, perfiles eternos de estatuas de carne y hueso, retratos de jerarcas, caudillos y malandros y, por supuesto, grandes historias sobre las verdades de la Política (en mayúscula) que afortunadamente no parecen ser tales.

Las Disidencias en #LetraGlobal.

La metafísica del Mal

carlosmarmol · 25 abril, 2021 · Deja un comentario

La calamidad es la mayor fuente de sabiduría que existe. El dolor nos destroza pero, paradójicamente, también nos mejora. Sólo cuando sufrimos, y nos hacemos las preguntas íntimas a las que obliga la desgracia, aprendemos –en primera persona– las verdades secretas de la existencia, ese sueño que se nos antoja realidad. El Mal, como concepto, es una idea difusa que ha acompañado al hombre desde el principio de los tiempos, antes incluso de la invención de la escritura. Decimos difusa porque, a la inversa de lo que ocurre con el Tiempo, del que Agustín de Hipona dijo saberlo todo si nadie le preguntaba exactamente por él y desconocerlo por completo si tenía que describirlo en detalle, del Mal todos sabemos mucho –por experiencia, fuente del saber– pero, en el fondo, lo ignoramos casi todo. Es una experiencia concreta, personalísima, que no terminamos de definir con acierto y que, siendo tan corriente, casi un fenómeno ecuménico, continúa causándonos un insólito asombro, mucho desconcierto y pavor.

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Camba, periodismo con ‘flow’

carlosmarmol · 17 abril, 2021 · Deja un comentario

El periodismo es, sobre todo, una cuestión genética. Entiéndase: los escritores de periódicos, una raza en extinción, lo mismo que los valientes indios cheyenes o los tímidos zapateros remendones de la posguerra ancestral, igual que los antiguos aguadores o los vendedores de cirios apagados, nacemos con un cromosoma dislocado y una firne voluntad –a menudo estéril– que nos impulsa a hacer una obra efímera que probablemente no valga gran cosa pero –la ingenuidad de la infancia siempre se impone a la razón– se nos antoja el sursum corda, que es la fórmula retórica con la que empiezan unas misas en las que nadie cree nadie. Ni siquiera nosotros. “Levantemos el corazón”, dice el oficiante. “Lo tenemos levantado hacia el lector”, contestamos. Pero el lector, o acaso su remedo, es escaso, no aparece o huye despavorido. Escribir artículos, reportajes y crónicas, que en el fondo son géneros similares, porque en periodismo no existen los códigos cerrados y, si existieran, sólo servirían para romperlos, es algo perfectamente inútil, pero justo por eso se trata de una forma de pasar el rato –y ganarse una vida que no merecemos– trascendente y algo misteriosa. Su inanidad es lo que dibuja el tamaño de semejante gesta. Y entre los insignes caballeros de la Sagrada Cofradía de la Columna nadie como Julio Camba (1884-1962) cuyo segundo apellido era catalán –Andreu– pero cuyo carácter nadie puede decir que no fuera inequívocamente gallego.

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Rafael Berrio, el inquilino estrafalario

carlosmarmol · 11 abril, 2021 · Deja un comentario

La obra de Rafael Berrio (San Sebastián, 1963-2020) se sustenta en una rara anomalía. No es estrictamente lo que parece y, sin embargo, es absolutamente fiel a su apariencia, como si quisiera desmentir y al mismo tiempo confirmar el viejo tópico del artista atormentado. La clásica estampa del fracasado genial. El cantautor donostiarra, desaparecido tempranamente hace ahora un año, justo cuando irrumpió el Apocalipsis en nuestras vidas, encarnaba un ideal literario –el del creador maldito– dentro de un esqueleto –limitado y escueto– de carne y hueso. Contingente. Era como uno de esos desconocidos que a veces encontramos por la calle y, al mirarlos durante un instante, nos resultan inquietantemente familiares. Como si fuera nuestro gemelo o un sosias. Una extraña réplica de nosotros mismos. Fue un tipo con un talento superlativo que tuvo el buen gusto de practicar la virtud de la discreción. Su carrera como músico, fluctuante e irregular, no arrancó hasta hace una década, cuando comenzó a publicar (con su nombre) una serie de discos personalísimos, editados por sellos independientes, donde la música impulsa un caudal de palabras extrañas que, siendo nuevas, parecen venidas de un pretérito remoto, diríamos que deliciosamente anacrónico. Berrio no es únicamente un creador de canciones ni un dotadísimo letrista. Es otra cosa: una atmósfera.

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La España ordinaria

carlosmarmol · 3 abril, 2021 · Deja un comentario

Probablemente el mayor problema de España, si entendemos este concepto como un espacio de convivencia configurado a partir de una evidencia geográfica, lejos de los esencialismos y los antagonismos que desde hace unos años vuelven a hacer acto de presencia en la vida pública, sea nuestra aparente incapacidad (genética) para ser –de una vez y para siempre– un país normal, corriente y ordinario. Una carencia que, con frecuencia, se ha disfrazado de virtud, generalmente apelando a la (falsa) nobleza de la singularidad o a la riqueza –incluyan aquí también la mención recurrente a la pluralidad, como dicen de forma enfática ciertos bobos solemnes– de nuestras culturas, que no serían una, sino cientos. Pura cháchara: nada nos impide alcanzar ese nirvana democrático que es la vulgaridad civilizada de la rutina parlamentaria, la tibieza exacta de las pasiones y, sobre todo, la bendita ausencia de las identidades tribales. En realidad, somos lo que no parecemos ser: una nave prosaica cuya obstinada deriva no es consecuencia de una plaga bíblica, sino que más bien obedece a la costumbre (de unos y de otros) de ponerse sublimes, épicos y redentores. Esta intensa nostalgia por unas epopeyas que nunca existieron, porque la historia real muestra de forma cruel cuán miserable es la vida, aunque todos tengamos la costumbre de idealizarla, igual que hacemos con nuestros muertos, ha sido causa de exilios, intolerancias, litigios y enfrentamientos de sangre y fuego a lo largo de nuestra historia.

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Ilustraciones: Daniel Rosell