Cualquier espectador medianamente culto que contemple la política indígena, cosa que tiene un indudable mérito, se topará con el famoso verso noveno del canto tercero de la Divina Comedia, donde Dante advierte a las almas en pena que se aproximan a las puertas del infierno que, a partir de ese instante, deben abandonar toda esperanza («Lasciate ogni speranza, voi ch’intrate«). No hay enunciado mejor para expresar el presente estado de cosas en la Marisma, donde los de ahora son como los de antes y los pretéritos se dedican, igual que hacían los nuevos purpurados, a jugar a la mosqueta en la oposición. No sé si se han fijado, pero llevamos meses sin ver ni en los consejos de gobierno (la misa solemnis de los martes) ni en los plenos de las Cinco Llagas (esa eucaristía con coro) rastro alguno de aquella hermosa idea de reformar la autonomía. ¿Se acuerdan? Nuestros gobernantes, no.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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