“El destino baraja las cartas; nosotros, las jugamos”, escribió Shakespeare. ¿Qué son cinco años en una existencia que se acerca al medio siglo? Apenas un suspiro, aunque se vivan sobre una (supuesta) cumbre. Los ascensos que no están avalados por los méritos propios tienen comienzos fulgurantes a los que, con frecuencia, suceden derrumbes espectaculares. Se trata de una ley física: todo lo que sube, antes o después baja. Newton formuló el hecho (indiscutible) de la gravedad; no llegó sin embargo a desentrañar su causa íntima. Del mismo modo cabe enjuiciar la trayectoria política de Susana Díaz. Ocupó la presidencia de la Junta de Andalucía durante un lustro –de 2013 a 2018– pero sus décadas de vida anterior, dedicadas a la obstinada conquista del dominio orgánico, le han deparado, una vez perdido el gobierno autonómico, un futuro incierto que ahora augura un porvenir aún más amargo. La expresidenta consumió con mucha rapidez las etapas habituales de la política, quemándose a sí misma en una carrera similar a la de un cometa. Todas las encuestas de los últimos meses la describen, dos años después de abandonar la Junta, como una candidata carbonizada.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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