El imperio español en América solía bautizar a sus provincias de ultramar, gobernaciones y virreinatos con réplicas de los topónimos de los municipios peninsulares. Prolongaba así la práctica, instaurada durante casi ocho siglos de Reconquista, de fundar utópicas Españas siamesas –nuevas y novísimas– sobre los predios que la Corona iba sumando a su inmenso dominio sin noche. Lo que en el siglo XV fue una expresión de soberanía muta ahora en Ceuta en una declaración de fraternidad con un sujeto distinto: Andalucía. Y, desde el último episodio de la eterna la crisis migratoria con Marruecos, se ha convertido además en un asombroso factor de desestabilización en la vida política de la gran autonomía del Sur, donde Vox practica una interesada y fenicia teoría del famoso efecto mariposa. Todo influye en todo.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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