Chesterton ha pasado a la historia de la cultura popular por dos cosas: ser un escritor católico (por convicción, puesto que nació en una familia anglicana por conveniencia), y sacarle más partido que nadie a las paradojas, que no son la suma de dos ideas opuestas, sino la síntesis perfecta de la realidad, esa señora que se permite el lujo de despreciar nuestros deseos y ser contradictoria por naturaleza. Ambos son privilegios divinos. Sin conocer estos dos datos no puede entenderse por completo el colosal genio que guía sus escritos, multiplicados ad infinitum porque, dado que los estudios no se le dieron muy bien en su juventud, decidió, como muchos otros hombres sin oficio ni beneficio, dedicarse a las galeras del periodismo. Un absoluto desperdicio intelectual, según la opinión del poeta W.H. Auden, responsable de la antología de piezas en prosa –Ensayos escogidos– que ha dado a la imprenta, con la excelencia que acostumbra, la editorial barcelonesa Acantilado, que junto a la sevillana Renacimiento –el falansterio de Abelardo Linares– son las responsables del milagro de devolver cada cierto tiempo a los anaqueles de las librerías, nuestras otras tabernas preferidas, la obra del atorrante escritor inglés, llena de la sanísima impertinencia de aquellos que se sitúan por encima de las etiquetas ajenas.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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