El ensayo general de gobierno de las derechas en Andalucía, cuya aspiración es alcanzar a medio plazo las instituciones nacionales, está siendo complicado. No tanto por la posición de Vox, al que las encuestas sitúan en alza, sino por lo que los dos partidos que gobiernan la Junta (PP y Cs) llaman ajustes, que básicamente es la negociación –todavía sin cerrar– sobre el reparto efectivo del inmenso poder institucional. El partido de Santiago Abascal no está inmerso en esta cuestión –declinaron entrar en el Gobierno– pero tampoco se encuentra ausente. En las tres cortas semanas de navegación del nuevo Ejecutivo se han hecho notar desde el primer día. Primero, mediante el hostigamiento: criticaron con furor el nombramiento de la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz (Cs), por sus opiniones personales sobre la Semana Santa, para recordar que su ideología debe ser tenida en consideración. Saldada esta cuestión con unas innecesarias disculpas de la consejera –un detalle nada baladí–, el partido ultraderechista ha optado por reivindicarse en el Parlamento asumiendo la presidencia de comisión de Cultura, que tiene encomendadas las cuestiones relativas a la Memoria Histórica.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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