Moreno Bonilla, nuevo barón de barones, presidente electo de una Andalucía que nunca había visto una absolutísima de la derecha, vivió la noche del 19J un instante místico. La causa no fueron los datos electorales, sino sus efectos psicodélicos: entre los dirigentes del PP andaluz que hacían cola para abrazarle y posicionarse en su orilla, que ahora es el bando único, estaba su antecesor, el exministro Zoido, que hace tres años y medio tuvo que darse la vuelta cuando ya iba camino de Madrid con la pretensión de forzar la intervención del partido en Andalucía. Su plan consistía en encabezar una gestora impuesta por Génova ante la debacle del último benjamín del sorayismo que, contra todo pronóstico, nunca se produjo. El presidente de la Junta ve ahora cómo acuden a besarle el anillo los mismos cardenales que ambicionaron su defunción ofreciéndole una copa de veneno para que se mojara los labios. La política es una forma sofisticada del crimen entre cuyas armas –blancas– figura la práctica de la piedad.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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