A un año escaso de volver a las urnas, la política indígena se encuentra en ese punto de inmadurez mayúscula que caracteriza -antes, ahora y siempre- a los adolescentes, que cuando se topan con sus propios defectos delante de un espejo proclaman -sin dudar ni un punto- que ellos son seres perfectos y que es el mundo el que les tiene manía. En la Marisma, medio acuático, existen dos especies sabrosamente naturales: una es el pato (cojo), también conocido -en la Argentina- como rengo. La otra es el pavo, cuyos menudillos suelen acompañarse con arroz. Nuestros dos grandes próceres, el Reverendísmo Bonilla y el Ungido Espadas, esa pareja de hecho (virtual), reúnen infinitas analogías con ambas criaturas silvestres. Podríamos hacer un larga lista, pero lo resumiremos en dos ideas: ninguno paga sus deudas políticas –incumplen las promesas de cambio, aunque no dejan de pregonarlo– y se comportan, desde que han entrado en la fase del tonteo, como si estuvieran en la edad del pavo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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